miércoles, 1 de febrero de 2017

UCDM Lección 32: He inventado el mundo que veo


Comentario

Si no soy víctima del mundo, entonces ¿cuál es mi relación con el mundo? Yo he inventado el mundo. Si yo he inventado el mundo, si yo lo he fabricado ¿cómo puedo ser su víctima?

Ahora bien, decir que yo he inventado el mundo es una idea muy fuerte. Decir que lo puedo abandonar igual que lo hice, parece todavía más improbable. Sin embargo, eso es lo que la práctica del Libro de Ejercicios se propone demostrarnos, no mediante la lógica rigurosa sino a través de experiencias que demuestran que es verdad. Eso es lo que son los milagros. Los milagros demuestran que “el mundo que ves fuera de ti” y “el mundo que ves en tu mente” están “ambos… en tu propia imaginación” (2:2-3).

Esta lección sólo está introduciendo la idea, no intentando probarla. El Texto trata el mismo pensamiento en varios lugares (T.21.II.11:1; T.20.III.5:1-5), la más destacable de ellas es:

¿Qué pasaría si reconocieses que este mundo es tan sólo una alucinación? ¿O si realmente entendieses que fuiste tú quien lo inventó?   (T.20.VIII.7:3-4).

 Ésta no es una idea que puedas pasar por alto fácilmente si estudias el Curso; el Curso insiste en ella (L.132.6:2-3).

Todo lo que aquí se nos pide es que abramos nuestra mente a la idea de que nosotros hemos inventado el mundo que vemos. El concepto puede ocasionarnos confusión porque va en contra de nuestras creencias fundamentales sobre el mundo. El mundo tiene algunas cosas agradables, pero también contiene un montón de horrible basura. Y que se nos diga que somos responsables de ello, que nosotros lo inventamos, no encaja fácilmente en nuestra mente.

Si esta lección provoca todo tipo de preguntas en tu mente, bien; deja que surjan. Hoy, en los periodos de práctica, simplemente aplica la idea tal como se da. Es normal que parte de tu mente esté en el fondo diciendo: “Esto son bobadas. Realmente no me lo creo”. La Introducción ya nos avisó de que podríamos resistirnos vivamente a sus ideas. Decía:  

   Sean cuales sean tus reacciones hacia ellas, úsalas. No se requiere nada más. (L.In.9:2-5).

Puede resultar difícil al principio, pero sólo tenemos dos opciones: o bien yo inventé el mundo, o bien yo soy su víctima. O yo soy su causa, o su efecto. No hay otras posibilidades. Piénsalo. O soy el soñador inventándome todo este lío, o soy parte del sueño de otro (quizá del sueño de Dios). Si yo no soy la causa, entonces estoy a merced del mundo. Pero si yo soy la causa, ¡hay esperanza! Puedo cambiar el sueño y, quizá, finalmente dejar de soñar.    

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