domingo, 12 de febrero de 2017

Un curso de milagros Lección 43: Dios es mi fuente.No puedo ver separado...


Comentario

Todo lo que llamamos “ver” es percepción, no es conocimiento. La percepción no nos muestra la verdad, en el mejor de los casos nos muestra un símbolo de la verdad. En el Curso, “conocimiento” es algo que pertenece al reino de la perfección, o Cielo; no es posible tener conocimiento, porque este mundo no es verdad. Todo el propósito del Curso está centrado en llevarnos de la percepción falsa a la percepción verdadera; únicamente cuando nuestra percepción haya sido completamente limpiada, estaremos preparados para el cambio al conocimiento.

Sin el Espíritu Santo, la percepción seguiría siendo falsa. Pero debido a que Dios ha colocado este vínculo con Él Mismo en nuestra mente, la percepción puede purificarse  para que nos lleve al conocimiento.

En el Cielo o en Dios no existe la percepción, sólo el conocimiento. Para ver se necesitan dos: el que ve y lo que ve, lo cual es una dualidad, una separación que no existe en la verdad. Sin embargo, “en la salvación”, nuestra experiencia en este mundo, “la percepción tiene un propósito sumamente importante” (2:3). Aunque nosotros hicimos la percepción para “un propósito no santo” (2:4), para fabricar las ilusiones que pensamos ahora que son reales, el Espíritu Santo puede usar la percepción para devolvernos la consciencia de nuestra santidad.

¿Recuerdas la Lección 1? “Nada de lo que veo significa nada”. Eso es porque “la percepción no tiene significado” (2:5). Toda percepción carece de significado, “sin embargo, el Espíritu Santo le otorga un significado muy parecido al de Dios” Sin significado, pero no inútil. Durante el proceso de devolverle nuestra mente a Dios, el Espíritu Santo trabaja con nuestra percepción, “dándole un significado muy cerca del de Dios” (2:6). En lugar de intentar por nuestra cuenta entender lo que vemos, necesitamos hacernos a un lado y dejar que el Espíritu Santo escriba Su significado sobre todo. Visto con Él, todo nos muestra a Dios.

Sin Dios, pensamos que vemos, pero realmente no vemos nada. Vemos nada que parece algo, y a la que le damos nuestros significados, significados que nos engañan. “No puedo ver separado de Él”. Puedo pensar que veo, pero lo que parece que yo veo no es ver, es alucinar. Con Dios, verdaderamente puedo ver. Con Dios, puedo percibir un reflejo claro de la verdad en todo lo que contemplo. Esa percepción de la verdad es el medio por el que puedo perdonar a mi hermano.  Si lo pido, lo veré.

Para alcanzar la verdadera visión no necesito hacerme parte de Dios o unirme a Él, como si yo estuviera haciendo un cambio de un estado separado a un estado unificado. No, todo lo que tengo que hacer es reconocer que ya soy uno con Él. Al aceptar esa realidad sobre mí mismo, la visión ya es mía. Va junto con mi estado natural.

Lo que veo cuando pienso que estoy separado de Dios no es visión porque estar separado de Dios es una ilusión, así que lo que “veo” es una ilusión. “No puedo ver separado de Él”. (4:8).

Una vez más se nos lleva a un periodo en el que dejamos que surjan en nuestra mente pensamientos relacionados. El Curso nos anima a que pongamos sus ideas con nuestras propias palabras, y extenderlas y adornarlas para nuestro propio uso personal. A veces, la forma “cambiada” de la lección puede ser más efectiva para tu práctica que la original. Debemos sentirnos libres para personalizar de este modo las lecciones del Libro de Ejercicios. Es una herramienta que se pretende que usemos para hacer que las lecciones tengan más significado para nosotros

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