lunes, 13 de febrero de 2017

Un curso de milagros Lección 44: Dios es la luz en la que veo


Comentario

El primer párrafo presenta una imagen bastante sorprendente de lo que es este mundo que vemos. Dice que nosotros hicimos la obscuridad, y luego pensamos que podíamos ver en ella. “Para poder ver tienes que reconocer que la luz se encuentra en tu interior y no afuera. No puedes ver fuera de ti, ni tampoco se encuentra fuera de ti el equipo que necesitas para poder ver” (2:1-2). Lo que llamamos luz no es verdadera luz. La luz no está fuera de nosotros, sino que está dentro de nosotros. No es física, es espiritual. Y verdaderamente no vemos con los ojos físicos, sino con la visión interna.

La luz para la visión verdadera está dentro de nosotros, y el objetivo de la lección de hoy es alcanzar esa luz interna. Una vez más el Libro de Ejercicios nos lleva a un ejercicio de experiencia en la meditación. Este tipo de meditación y la experiencia que busca producir es un componente muy importante de la práctica del Curso. La importancia que le da no tiene nada de sorprendente.

Se nos dice que es una forma de ejercicio que “vamos a utilizar cada vez más” (3:2). “Y representa uno de los objetivos principales del entrenamiento mental (3:3). Las sesiones más largas se “recomiendan enfáticamente” (4:2). Se nos pide con insistencia que continuemos a pesar de la “gran resistencia” (5:2). Representa “tu liberación del infierno” (5:5). Se nos recuerda “la importancia de lo que estás haciendo, el inestimable valor que tiene para ti” (8:1), y que “estás intentando hacer algo muy sagrado” (8:1). La lección termina con estas palabras: “Pero no te olvides de repetirla. Sobre todo, decídete hoy a no olvidarte” (11:2-3). Es imposible no ser conscientes de que Jesús, como autor, considera este tipo de práctica de meditación excepcionalmente importante.

¿Por qué? Hay algunas aclaraciones en la lección. En el tercer párrafo, la lección indica que esta clase de ejercicio: sentado en perfecta quietud, sumergiéndose hacia adentro, pasando de largo nuestros pensamientos sin ocuparnos de ellos “Es especialmente difícil para la mente indisciplinada” (3:3). Es difícil porque “requiere precisamente lo que le falta a una mente sin entrenar” (3:4). Es esta dificultad la que demuestra nuestra necesidad de hacerla, tal como  quedarte sin aliento cuando corres cincuenta metros te demuestra que necesitas ejercicios aeróbicos. “Si has de ver, dicho entrenamiento tiene que tener lugar” (3:5). En otras palabras, la práctica de la meditación es un requisito para desarrollar la visión interna. ¿Cómo podemos ver con la visión interna si no sabemos cómo encontrar la luz interna?

Éstos son ejercicios de entrenamiento. Al principio nos parecerá difícil. Encontraremos resistencia. El ejercicio se considera un intento (3:1) para alcanzar la luz, indicando que se comprende que es posible que no tengamos una auténtica experiencia de luz inmediatamente, como tampoco correríamos un maratón las primeras veces que nos entrenamos para correr. Es un objetivo de nuestra mente el entrenarse para alcanzar la luz, y probablemente no alcanzaremos nuestro objetivo inmediatamente; aunque es “la más natural y fácil del mundo para la mente entrenada” (4:3). Estamos en el proceso de adquirir el entrenamiento que hará que llegar a la luz parezca fácil y natural, pero ahora no es así porque nuestra mente está todavía sin disciplinar.

No estamos “completamente sin entrenar” (5:1). Si hemos estado siguiendo las instrucciones, hemos tenido 43 días de práctica que nos ha traído a este día. Sin embargo, podemos encontrarnos “con una gran resistencia (5:2). Para el ego lo que estamos haciendo es como “una pérdida de identidad y un descenso al infierno” (5:6). Pero estamos intentando llegar a Dios, Que es la luz en la que podemos ver, eso no es una pérdida. Es escaparse de la obscuridad.

Cuando empezamos a acumular experiencias de luz, de sentir la relajación, de sentir nuestro acercamiento a la luz, e incluso ser conscientes de estar entrando en ella, sabremos de qué está hablando el Curso. Y la anhelaremos cada vez más. No hay nada como la experiencia. Estos instantes santos son anticipos del Cielo, visiones fugaces de la realidad. Nos motivarán en nuestro camino más que ninguna otra cosa. Hay una sensación de realidad tan real que lo que antes parecía real, en comparación, palidece como sombras imaginarias. Cuando hayamos entrado en la luz, reconoceremos que hemos estado en la oscuridad, pensando que era la luz.  Esto es lo que da a estas experiencias su “valor incalculable”.      

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