sábado, 21 de enero de 2017

Un curso de milagros Lección 21


Comentario

En esta lección aplicamos la idea de la decisión de ver situaciones concretas que nos producen enfado (ira), dándole toda la importancia a ver estas situaciones de manera diferente. Está muy clara la relación de estos ejercicios con cambiar nuestra percepción (lo que vemos).

Hay un pensamiento en esta lección que es particularmente sorprendente. Es un pensamiento que cada vez tiene más sentido para mí cuanto más trabajo con el Curso, estudiando el Texto y practicando las disciplinas mentales que nos enseña: “Te irás dando cuenta cada vez más de que una leve punzada de molestia no es otra cosa que un velo que cubre una intensa furia” (2:5).

El primer principio de los milagros, en el capítulo 1 del Texto, dice: “No hay grados de dificultad en los milagros”. La idea de esta lección tiene gran parecido con esa idea. Tampoco hay grados de intensidad en la ira. Incluso la más ligera irritación es lo mismo que una rabia incontenible, y de hecho es ira disfrazada. Todas las formas de ira proceden de la misma causa. 

Algunas escuelas de psicología afirman desde hace tiempo que todo el mundo lleva consigo desde el nacimiento una ira primaria, profundamente contenida. Puede ser moderada con una capa de civilización, pero debajo, en el subconsciente, hay una ira violenta. Muchos atribuyen esto a nuestro origen animal en la evolución, pero el Curso considera la ira en sentido metafísico. Dentro de nosotros mismos llevamos una ira ciega contra nosotros mismos porque creemos que hemos atacado la realidad y lo hemos conseguido, creemos que de alguna manera nos las hemos arreglado para separarnos de Dios y que hemos destruido la unidad del Cielo. Pensamos que en un ataque de resentimiento por no haber recibido un trato y un amor especial, hemos destruido nuestro Hogar y no podemos ya regresar nunca.

Estamos furiosos con nosotros mismos, pero incapaces de soportar la culpa por el odio a nosotros mismos, lo extendemos hacia fuera y lo desviamos a otros objetos que consideramos separados de nosotros mismos. La palabra usada para este desplazamiento de la ira es “proyección”. El ego dentro de nosotros está continuamente “maquinando”, buscando situaciones sobre las que proyectar la ira con aparente justificación, para convencer a nuestra mente de que la causa de la ira está afuera, y no adentro.

Cada llamarada de ira, desde la más ligera irritación hasta la rabia más desenfrenada,  todas son síntomas de este odio contra nosotros mismos, profundamente enterrado desde el nacimiento. Todas son lo mismo. Por eso el Curso nos aconseja que no aceptemos la ilusión de que el ataque está justificado según las circunstancias; y por ello nos pide que no consideremos nuestras ligeras irritaciones como demasiado pequeñas como para tomarlas en consideración. Al no hacer distinción entre “grados” de ira, estamos ayudándonos a entender que en la realidad todas son lo mismo e igualmente no justificadas. 

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